PARA PODER SANAR necesitamos conocer lo que precisamos liberar.
Es importante que las mujeres y los hombres reconozcan estas actuaciones por lo que son e implican, pidiendo la guía a Dios para responder a estas situaciones con la Verdad, el Amor y la Voluntad que permiten sanar la relación a una relación más sincera y verdadera o disolverla si no hay interés en crecer.
Este es un tiempo de Verdad para el planeta donde lo que en otro tiempo fue oscuro, ahora es revelado, esto no indica que los hombres en si sean malos ni mucho menos, sino que durante miles de año han mantenido el poder sobre la mujer en todos los ordenes de la vida y por tanto saben mantenerlo y se ha aceptado como un patrón normal de actuación lo que en realidad no lo es.
MICROMACHISMOS:LA VIOLENCIA INVISIBLE EN LA PAREJA
por Luis Bonino Méndez
LOS MICROMACHISMOS
Resumen:
En este artículo se
ponen en evidencia los comportamientos "invisibles" de violencia
y dominación, que casi todos los varones realizan
cotidianamente en el ámbito de las relaciones de pareja. Dichos
comportamientos, definidos como los micromachismos", son descriptos,
clasificados (coercitivos, encubiertos o de crisis) y analizados sus efectos sobre
la autonomía y psiquismo de las mujeres.
Para favorecer la igualdad de género,
los varones deben reconocer y transformar estas actitudes, grabadas firmemente
en el modelo masculino.
Palabras clave: violencia doméstica, micromachismo, varones,
pro-feminismo.
"Es preciso comprender cómo las grandes estrategias de poder
se incrustan, hallan sus
condiciones de ejercicio en microrrelaciones de poder...
Designar estas microrrelaciones, denunciarlas, decir quién ha hecho qué, es una
primera transformación del poder. Para que una cierta relación de fuerzas pueda
no solo mantenerse, sino acentuarse, estabilizarse, extenderse, es necesario
realizar maniobras..."
Introducción
Mujeres maltratadas, varones violentos: dos dramáticos
aspectos de las asimétricas relaciones de género. En todo el mundo occidental,
la violencia (masculina) hacia las mujeres se torna evidente y se des-legitima
de forma creciente. Cada vez más, los dispositivos jurídicos y sanitarios
ejercen acciones sobre las personas
involucradas, y el campo de la salud mental no es ajeno a ello.
Sin embargo, la deslegitimación y los abordajes legales y
terapéuticos se han realizado casi exclusivamente sobre las formas evidentes,
máximas y trágicas de dicha violencia y sus efectos. Pero, si pensamos que la
violencia de género es toda acción que coacciona, limita o restringe la
libertad y dignidad de las mujeres, podemos comprobar que quedan ignoradas
múltiples prácticas de violencia y dominación masculina en lo cotidiano,
algunas consideradas normales, algunas invisibilizadas y otras legitimadas, y
que por ello se ejecutan impunemente.
Desconocedores de ellas, muchas mujeres, profesionales de la
salud y familiares (y a veces los varones, ya que muchas de ellas son no
conscientes) no las perciben, o lo hacen acríticamente, con lo que contribuyen
a perpetuarlas.
Mi propósito en estas líneas es poner en evidencia estas
prácticas, a las que algunos autores llaman pequeñas tiranías, terrorismo
íntimo o violencia "blanda" y yo, desde 1991, he denominado
"micromachismos" (mM). Para ello, trataré de describirlas y visibilizarlas,
tomando en este caso el ámbito de la pareja, y analizando
además sus efectos en la mujer, el
varón y su relación. Tomaré como base descriptiva a la
pareja heterosexual de convivencia con hijos/as, lo que no significa que en las
otras formas de pareja estas prácticas no existan.
Creo que es importante develar estos mecanismos como parte
de la tarea de hacer un análisis crítico de las injusticias de la vida
cotidiana. Si pensamos desde una óptica de igualdad entre los géneros,
visibilizarlos es un primer paso para intentar su neutralización y posterior
desactivación en las relaciones entre mujeres y varones,
para contribuir a modificar los juegos de dominio y permitir el desarrollo de
relaciones más cooperativas, honestas e igualitarias en derechos y
obligaciones. (Miller, 1996)
PODER Y GÉNERO
Introducirnos en la visibilización de estas prácticas supone
tener claro previamente que en las relaciones de mujeres y varones no se juegan
sólo diferencias sino sobre todo desigualdades,es decir situaciones de poder y
estrategias de su ejercicio. Por eso, antes de abordar los mM y para entender
más su ejecución, voy a apuntar algunas ideas que hacen a la comprensión del
tema del poder entre los géneros, y que están sustentadas en pensamientos de
Foucault y los estudios feministas aplicados a las familias y a las parejas.
El poder no es una categoría abstracta; el poder es algo que
se ejerce, que se visualiza en las interacciones (donde sus integrantes lo
despliegan). Este ejercicio tiene un doble efecto: opresivo, pero también
configurador en tanto provoca recortes de la realidad que definenexistencias
(espacios, subjetividades, modos de relación, etcétera).
La palabra "poder" tiene dos acepciones
popularmente utilizadas: una es la capacidad de hacer, el poder personal de
existir, decidir y autoafirmarse. Es el poder autoafirmativo. Este poder
requiere para su ejercicio una legitimidad social que lo autorice (y esta
legitimidad sólo
la han obtenido hasta hace muy poco los varones). La otra
acepción: la capacidad y la posibilidad de control y dominio sobre la vida o
los hechos de los otros, básicamente para lograr obediencia y lo de ella
derivada. Es el poder de dominio. Requiere la tenencia de recursos (bienes,
poderes o afectos) que aquella persona que quiera controlarse no tenga y
valore, y de medios para sancionarla y premiarla. En este segundo tipo de
poder, que es el de quien ejerce la autoridad, se usa la tenencia de los
recursos para obligar a interacciones no recíprocas, y el control puede
ejercerse sobre cualquier aspecto de la autonomía de la persona a la que se busca subordinar (pensamiento, sexualidad,
economía, capacidad decisoria, etcétera).
La desigual distribución del ejercicio del poder de dominio
conduce a la asimetría relacional. La posición de género (femenino o masculino)
es uno de los ejes cruciales por donde discurren estas desigualdades de poder,
y la familia/pareja, uno de los ámbitos en que se manifiesta. Esto es así
porque nuestra cultura patriarcal ha legitimado la creencia de que el masculino
es el único género con derecho al poder autoafirmativo: ser varón supone tener
el derecho a ser individuo pleno con todos sus derechos (y derecho a
ejercerlos).
La cultura androcéntrica niega ese derecho a las mujeres.
Así los varones quedan ubicados como
superiores, y por creerse superiores, es que sienten que
tienen derecho a tomar decisiones o a expresar exigencias a las que las mujeres
deben sentirse obligadas. Es decir, ejercer poder de control y dominio sobre
ellas quienes quedan en lugar subordinado. La ecuación "protección a
cambio de obediencia", clave del contrato de pareja tradicional refleja un
importante aspecto de esta situación y demuestra la concepción del dominio
masculino en la pareja.
A esto se agrega además la creencia que el espacio doméstico
y de cuidado de las personas es patrimonio femenino, reservándose el varón el
espacio público al cual se define como superior.
Este poder de dominio masculino, arraigado como idea y como
práctica en nuestra cultura se mantiene y se perpetúa, entre otras razones por:
• La división sexual del trabajo, que aún adjudica a la
mujer el espacio doméstico,
• Su naturalización y su inscripción axiomática en las
mentes de mujeres y varones.
• La falta de recursos de las mujeres y la deslegitimación
social de su derecho a ejercer el poder autoafirmativo.
• El uso por los varones del poder de macrodefinición de la
realidad y del poder de microdefinición, que es la capacidad y habilidad de
orientar el tipo y el contenido de las interacciones cotidianas en términos de
los propios intereses, creencias y percepciones.
Poder llamado también de puntuación que se sostiene en la
idea del varón como autoridad que define que es lo correcto (Saltzman, 1989).
• La explotación de las femeninas capacidades de cuidado y
de ayudar a crecer a seres humanos (el llamado "poder del amor" -
Jonnasdotir, 1993) en las que nuestra cultura hace expertas a las mujeres.
Suele decirse que también todas las mujeres en su modo de
ser tradicional también ejercen poder, sobre todo los llamados "poderes
ocultos": el poder de los afectos y el cuidado erótico y maternal? Pero,
¿son éstos reales poderes de dominio? No, simplemente pseudopoderes: esfuerzos
de influencia sobre el poder masculino y poder gerencial sobre lo delegado por
la cultura patriarcal que le impone la reclusión en el mundo privado.
Lo paradójico es que en este mundo se le alza a la mujer un
altar engañoso y se le otorga el titulo de reina, titulo paradójico ya que no
puede ejercerlo en lo característico del dominio y la autoridad (la capacidad
de decidir por los bienes y personas y sobre ellos), quedando sólo con la
posibilidad de intendencia y administración de lo ajeno.
Este tipo de pseudopoder es característico de los grupos
subordinados, centrados en 'manejar" a sus superiores. Como en ellos, la
mayoría de las mujeres se hacen expertas en leer las necesidades y en
satisfacer los requerimientos del varón, logrando ser valorada por su
eficiencia y exigiendo algunas ventajas a cambio. Sus necesidades y reclamos no
pueden expresarse directamente, y por ello se hacen por vías 'ocultas",
básicamente las quejas y reproches (a los que los varones rápidamente se hacen
inmunes). Por supuesto que algunas mujeres también tienen poder, pero esto es
aún historia reciente y minoritaria.
Las situaciones de poder y desigualdad suelen ser invisibilizadas
en las relaciones de pareja, llevando a la creencia de que en ellas se
desarrollan prácticas recíprocamente igualitarias y ocultando la mediatización
social que adjudica a los varones, por el hecho de serlo, un plus de poder del
que carecen las mujeres.
Si bien no todas las personas se adscriben del mismo modo a
su posición de género (hay mujeres y varones dominantes, sometidos o
igualitarios), y aunque el discurso de la superioridad masculina esta en
entredicho en casi todo Occidente, el poder del modelo tradicional de la
"superioridad" masculina como configurador de hábitos y
comportamientos masculinos sigue siendo enorme. Los mM son uno de esos
comportamientos, quizás los más frecuentes con los que los varones expresan y
defienden su supuesta superioridad y su derecho a ejercer dominio sobre las
mujeres.
A pesar de los cambios las creencias ancestrales aún
oscurecen las injusticias, aplauden las conductas masculinas y censuran a la
mujer que asume otras competencias. Por ello la tarea a realizar en pos de la
igualdad es aún de gran envergadura. En estas líneas elijo una tarea de las
muchas posibles: poner en evidencia a los varones, decir qué de su poder de
dominio se juega en lo cotidiano. Los varones siguen ejerciendo dominio y es
importante conocer sus modos para contribuir a la transformación de las
relaciones.
LOS MICROMACHISMOS
Como expresé anteriormente, los mM son prácticas de
dominación y violencia masculina en la vida cotidiana, del orden de lo
"micro", al decir de Foucault, de lo capilar, lo casi
imperceptible,lo que está en los limites de la evidencia. El prefijo
"micro" del neologismo con el que nombro a estas prácticas alude a
esto.
Decidí también incluir "machismo" en el término
acuñado porque, a pesar de ser una palabra de significado ambiguo (en tanto
designa tanto la ideología de la dominación masculina como los comportamientos
exagerados de dicha posición), alude en el lenguaje popular, a una connotación
negativa de los comportamientos de inferiorización hacia la mujer, que era lo
que quería destacar en el término.
Los mM comprenden un amplio abanico de maniobras interpersonales
que impregnan los comportamientos masculinos en lo cotidiano. En la pareja, que
será el ámbito del que me ocuparé, se manifiestan como formas de presión de
baja intensidad más o menos sutil, con las
que los varones intentan, en todos o en algunos ámbitos de
la relación (y como en todas las violencias de género):
• imponer y mantener el dominio y su supuesta superioridad
sobre la mujer, objeto de la maniobra;
• reafirmar o recuperar dicho dominio ante la mujer que se
"rebela" de "su" lugar en el vínculo;
• resistirse al aumento de poder personal o interpersonal de
la mujer con la que se vincula, o aprovecharse de dichos poderes;
• aprovecharse del "trabajo cuidador" de la mujer.
Es decir, los mM son microabusos y microviolencias que
procuran que el varón mantenga su propia posición de género creando una red que
sutilmente atrapa a la mujer, atentando contra su autonomía personal si ella no
las descubre (a veces pueden pasar años sin que lo haga), y sabe contra
maniobrar eficazmente. Están la base y son el caldo de cultivo de las demás
formas
de la violencia de género (maltrato psicológico, emocional,
físico, sexual y económico) y son las "armas" masculinas más
utilizadas con las que se intenta imponer sin consensuar el propio punto de
vista o razón.
Comienzan a utilizarse desde el principio de la relación y
van moldeando lentamente la libertad femenina posible. Su objetivo es anular a
la mujer como sujeto, forzándola a una mayor disponibilidad e imponiéndole una
identidad "al servicio del varón", con modos que se alejan mucho de
la violencia tradicional, pero que tienen a la larga sus mismos objetivos y
efectos: perpetuar la distribución injusta para las mujeres de los derechos y
oportunidades.
Los varones son expertos en estas maniobras por efecto de su
socialización de género que les inocula la creencia en la superioridad y
disponibilidad sobre la mujer. Ellos tienen, para utilizarlas validamente, un
aliado poderoso: el orden social, que otorga al varón, por serlo, el
"monopolio de la razón" y, derivado de ello, un
poder moral por el que se crea un contexto inquisitorio en el que la mujer esta
en principio en falta o como acusada: "exageras' y "estas loca"
son dos expresiones que reflejan claramente esta situación (Serra, 1993). Aun
los
varones mejor intencionados y con la autopercepción de ser
poco dominantes los realizan, porque están fuertemente inscritos en su programa
de hábitos de actuación con las mujeres.
Algunos mM son conscientes y otros se realizan con la "
inocencia" del hábito inconsciente. Con ellos los varones no solo intentan
instalarse en una situación favorable de
poder, sino que internamente buscan la reafirmación de su
identidad masculina -asentada fuertemente en la creencia de superioridad y en
la necesidad de control- y satisfacer deseos de dominio y de ser objeto de
atención exclusivo de la mujer. Además, mantener bajo dominio a
la mujer permite también mantener controlados diversos
sentimientos que la mujer provoca, tales como temor, envidia, agresión o
dependencia. (Bonino, 1990). Dos mecanismos psicológicos favorecen el
sostenimiento de estas prácticas como de otras que conducen al
racismo, la xenofobia o la homofobia: uno, la objetificación
(la creencia de que solo algunos varones -blancos- heterosexuales tienen
estatus de persona permite percibir, en este caso, a las mujeres como
"menos" persona, negándoles reconocimiento y justificando el propio
accionar abusivo -Britann, 1989), y otro, la identificación proyectiva (la
inoculación psicológica de actitudes, invadiendo el espacio mental ajeno). Si
bien estos aspectos no serán desarrollados en este trabajo, no pueden ignorarse
a la hora de trabajar en la desactivación de estas maniobras.
Puntualmente, los mM pueden no parecer muy dañinos, incluso
pueden resultar normales o intrascendentes en las interacciones, pero su poder,
devastador a veces, se ejerce por la reiteración a través del tiempo, y puede
detectarse por la acumulación de poderes de los varones de la familia a lo
largo de los años. Un poder importante en este sentido es el de crearse y
disponer de tiempo libre a costa de la sobreutilización del tiempo de la mujer.
Por ello, suelen producir, sobre todo en las relaciones de larga duración,
diversos efectos de malestar psicofísico que frecuentemente son motivo de
consulta a los dispositivos de Salud, y que al invisibilizarse su producción
intersubjetiva suelen atribuirse a "ciertas" características
femeninas. Más adelante nos referiremos a esos efectos. Su ejecución brinda
"ventajas",algunas a corto y otras a largo plazo para los varones,
pero ejercen efectos dañinos en las
mujeres, las relaciones familiares y ellos mismos, en tanto
quedan atrapados en modos de relación que convierten a la mujer en adversaria,
impiden el vinculo con una compañera y no aseguran el afecto (ya que el dominio
y el control exitoso solo garantizan obediencia y generan resentimientos).
Antes de seguir adelante, y teniendo en cuenta que quien
escribe estas líneas es un varón, quisiera detenerme para realizar una
reflexión: Para las mujeres, pensar estas cuestiones y reconocer estas
prácticas que atañen a los modos en que los varones las colocan en lugares
subordinados, puede ser fácil, iluminador y enriquecedor. No tanto para los
varones, ya que hacerlo pone al descubierto las ventajas masculinas en relación
con las mujeres y obligan por ello al consiguiente dilema ético de como
posicionarse frente a esta injusta situación. Sería más fácil hablar de la
violencia y dominaciones de los "otros " varones,los que realizan las
violencias muy visibles, pero hablar de los mM, que son parte habitual
de(nuestro) comportamiento masculino es más difícil pues ello supone reconocer
también en nosotros (varones) los hábitos de dominación y tener que decidir qué
hacer con ello.
Y también difícil intentar como varón estar atento a
visibilizar los mM y a exponerlos públicamente, ya que supone mostrar las
trampas masculinas y, arriesgarse a ser tomado por el "club" varonil
como un "traidor" que critica y muestra las "armas
secretas" que usamos habitualmente con las mujeres. Difícil además porque
supone cuestionar nuestra identidad, fuertemente asociada a la creencia de
tener poder sobre las mujeres. Pero, si uno se posiciona contra la violencia de
género y a favor de la igualdad debe aceptar el la dificultad y enfrentar el
desafío de realizar una autocrítica de la propia posición y prácticas de
dominio, y no solo apoyar a las mujeres desde un paternalismo que se pone por
fuera del problema, ni trabajar sólo para transformar alos otros varones como
si uno pudiera estuviera exento de los hábitos patriarcales.
Ahora sí sigamos con los mM. Como decía anteriormente, los
varones infiltran de estas maniobras la vida cotidiana. Los mM son
innumerables, a veces son considerados comportamientos normales y se realizan
en combinaciones complejas. Sin embargo, una vez alertados sobre su existencia
y atentos a los comportamientos masculinos se pueden ir descubriendo diferentes
agrupaciones de mM con características particulares que pueden ser descriptas y
evidenciadas con mayor precisión.
Esto ha sido uno de mis intereses en estos últimos años.
Así, desde la práctica clínica, la observación de la vida cotidiana con la
lente de la igualdad de género, y la bibliografía he ido construyendo una
clasificación en tres categorías para permitir aprehenderlos mejor. Dichas
categorías son: los mM coercitivos (o directos), los encubiertos (de control
oculto o indirecto) y los de crisis. Cada una de ellas comprende un repertorio
de maniobras, a las que he ido designando y definiendo, en el intento siempre
difícil de su visibilización. Quizás estas descripciones animen al lector a ir
develando otras, de las cuales impensadamente (o no) es sujeto u objeto. Vayamos
ahora sí, a descubrir los mM.
MICROMACHISMOS COERCITIVOS
En estos mM, el varón usa la fuerza (moral, psíquica,
económica o de la propia personalidad), para intentar doblegar a la mujer,
limitar su libertad y expoliar el pensamiento, el tiempo o el espacio, y
restringir su capacidad de decisión. La hacen sentir sin la razón de su parte y
ejercen su acción porque provocan un acrecentado sentimiento de derrota cuando
comprueba
la pérdida, ineficacia o falta de fuerza y capacidad para
defender las propias decisiones o razones. Todo ello suele promover inhibición,
desconfianza en si misma y disminución de la autoestima, lo que genera más
desbalance de poder.
En la siguiente enumeración, como en la de las otras
categorías que realizaré más adelante, procuraré nombrar, en un desordenado
orden, algunas de los mM y sus características que he podido comprobar con más
frecuencia.
Intimidación
Este es un mM que está en el límite entre la violencia
psicológica y los mM propiamente dichos.
Maniobra atemorizante que se ejerce cuando el varón ya tiene
fama (real o fantaseada) de abusivo o agresivo. Da indicios de que si no se le
obedece, 'algo" podrá pasar. Implica un arte en el que la mirada, el tono
de voz, la postura y cualquier otro indicador verbal o gestual pueden servir para atemorizar. Para hacerla
creíble, es necesario, cada tanto, ejercer alguna muestra de poder abusivo
físico, sexual o económico, para recordarle a la mujer que le puede pasar si no
se somete. A largo plazo se crea generalmente una situación en la que el varón
logra no ser molestado en lo que a él no le gusta, y no
estar disponible para nadie, salvo para
sí mismo.
Control del dinero
Gran cantidad de maniobras son utilizadas por el varón para
monopolizar el uso o las decisiones sobre el dinero, limitándole su acceso a la
mujer. Basado este mM en la creencia que el dinero es patrimonio masculino, sus
modos de presentación son muy variados: no
información sobre usos del dinero común, control de gastos y
exigencia de detalles, retención - lo que obliga a la mujer a pedir- (Coria,
1992), etc. Se incluye también en este apartado la negación del valor económico
que supone el trabajo doméstico y la crianza y el cuidado de losniños.
No participación en lo doméstico
Basada en la creencia que lo doméstico es femenino y lo
público masculino, por este grupo de maniobra se impone a la mujer hacerse
cargo del cuidado de algo común: el hogar y las personas que en ella habitan.
Es una práctica de sobrecarga por omisión, que el varón justifica apelando a su
rol de "proveedor" al que no se puede agobiar más de lo que soporta
en su trabajo (es paradójico que esta justificación la realizan aun varones que
no son los principales proveedores de o económico, con lo que imponen la
"doble jornada" a la mujer que trabaja)
Uso expansivo-abusivo del espacio físico y del tiempo para
sí
Este grupo de mM se apoyan en la idea de que el espacio y el
tiempo son posesión masculina,
y que por tanto la mujer tiene poco derecho a ellos. Por
tanto su apoderamiento es natural y no se piensa en la negociación de espacios
y ni de tareas comunes que llevan tiempo. Así, en cuanto al espacio en el
ámbito hogareño, el varón invade con su ropa toda la casa, utiliza para su
siesta el sillón del salón impidiendo el uso de ese espacio común, monopoliza
el televisor u
ocupa con las piernas todo el espacio inferior de la mesa cuando
se sientan alrededor de ella, entre otras maniobras (Guillaumin, 1992). Y en
cuanto al tiempo: el varón crea tiempo de descanso o diversión a costa de la
sobrecarga laboral de la mujer (por ejemplo utilizar el fin de semana para
"sus" aficiones, o postergar su llegada a casa luego del trabajo),
evita donar tiempo para otros, o define como "impostergables" cierta
actividades que en realidad no lo son y que lo alejan del hogar. Como decía
previamente, esto tiene como efecto que, en promedio
los varones tengan más tiempo libre que las mujeres (y a
costa de ellas).
Insistencia abusiva
Conocido popularmente como "ganar por cansancio",
este mM consiste en obtener lo que se quiere por insistencia inagotable, con
agotamiento de la mujer que se cansa de mantener su propia opinión, y al final
acepta lo impuesto a cambio de un poco de paz.
Imposición de intimidad
Este mM consiste en una acción unidireccional de
acercamiento cuando el varón desea, es una
práctica coactiva en cuanto el varón no se molesta en
negociar movimientos hacia la intimidad.
Muy típico ejemplo de esto es la seducción forzada cuando él
quiere sexo.
Apelación a la "superioridad" de la
"lógica" varonil
En este grupo se recurre a la "razón" (varonil)
para imponer ideas, conductas o elecciones desfavorables a la mujer. Utilizada
por varones que suponen que tienen la 'única" razón o que la suya es la
mejor. No tienen en cuenta los sentimientos ni las alternativas y suponen que exponer su argumento les da derecho a salirse con la suya.
No se cesa de utilizar hasta que la mujer dé lógicas razones (las del varón,
por supuesto), y obligan a que ella tenga muy en claro su propia posición si no
quiere someterse. Provoca intenso agobio. Ejemplo frecuente donde este mM se
manifiesta es en el momento de decidir la elección del lugar de vacaciones, si
a la mujer no le gusta el lugar elegido por el varón de la pareja.
Es muy eficaz con mujeres que tienen un modo perceptivo o
intuitivo de abordaje de la realidad. Una maniobra especial en este grupo es la
monopolización de la definición de la "seriedad" o no de los temas de discusión por parte del varón: ¡yo no hablo de tonterías!,
es una frase que la sintetiza.
Toma o abandono repentinos del mando de la situación Estas
son maniobras o menos sorpresivas de decidir sin consultar, anular o no tener
en cuenta las decisiones de la mujer, basados en la creencia del varón de que
él es el único que tiene poder de decisión. Ejemplo prototípico de esta
maniobra es la monopolización del zapping con
el mando a distancia del televisor. El cortocircuito es un
tipo especial de maniobra de este grupo: consiste en tomar decisiones sin
contar con la mujer en situaciones que la involucran, y en las que es difícil
negarse, por ejemplo: invitaciones a ultimo momento de personas
importantes: jefes. parientes, etcétera (Piaget, 1993).